miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿QUE HACE A UN HOMBRE “HOMBRE”?

El hombre es un cumulo de partes que empiezan a unirse desde la concepción, es así
como va formando su psiquismo, es a lo largo de su vida que va adaptando su alma,
mente, sus emociones, su subjetividad, su psicología a un estilo de vida. Cuando nace el
hombre, el varón, con pene suponemos o damos por hecho que es un macho, un varón,
un hombre, pero a pesar de que el hombre tenga un pene puede vivir un tipo de psiquismo
de mujer; lo mismo pasa con las mujeres al nacer, su vagina no es garantía de que sean
mujeres, hembras, pues éstas muy a pesar de tener su vagina pueden desarrollar un
psiquismo de hombre. Es asi que caemos en la cuenta de que tener o no tener pene o
vagina no indica siempre la preferencia sexual. Un psiquismo sexual se va formando
desde lo que es el genero, rol y orientación, hasta lo castrante que puede ser la figura
paterna o materna, y la función que éstas tengan sobre el hijo, pasando por los objetos y
metas sexuales del individuo. Todo ello en el entendido de que el genero es en cuanto al
físico; si tienes pene o vagina eres masculino o femenino respectivamente; cuando
hablamos del rol nos referimos al papel que llevamos a cabo, al personaje que tomamos
como nuestro en sí; cuando hablamos de la orientación, estamos haciendo alusión a la
elección que cada uno decide tomar como estilo de vida, son estos tres factores sexuales
los que tienen el gran peso en nuestro psiquismo sexual, siendo algunos de ellos muy
influidos por la convivencia con la figura paterna o materna que tengamos y la función que
éstas tengan sobre nosotros; esto es, cuando la figura paterna, la figura masculina esta
presente pero ausente en cuanto a función, el hijo puede lograr una identificación con la
madre, con la figura materna, con la figura femenina, lo cual influye en su rol y elección
sexual; ahora bien, al hablar de figura nos referimos a la representación, algo objetivo, al
decir figura paterna nos referimos a la representación en sí de un varón, mas no es
sinónimo de función, pues la función es el papel del personaje, es subjetivo, es del sujeto,
la función masculina o paterna la puede llevar a cabo un tio, un amigo de la familia,
etcétera; asi pues si tenemos la ausencia de la figura masculina, pero de alguna manera
alguien lleva a cabo la función masculina o paterna, “no pasa nada”, la función esta
presente. La fuerza que puede ejercer la figura y función paterna o materna es muy
considerable en el psiquismo sexual del hombree y de la mujer, y la identificación que
tengan con cada uno de ellos. Esto es, al referirnos que desde el embarazo empieza a
armarse el psiquismo sexual es porque en este periodo surge un primer tiempo , en el cual
la madre estando embarazada y teniendo al hijo dentro de ella, en su vientre, éste tiene el
falo y es desde ahí que puede armarse una psicosis, en el segundo tiempo, cuando nace
el hijo hoy una ley simbolica, hay una separación simbolica entre la madre y el hijo; es en
éste periodo, entre el tiempo dos y tres que aparece la fobia como mecanismo de
suplicion del padre real, para evitar que el niño se vuelva psicótico; ya en el tercer tiempo,
entre la madre y el hijo aparece una ley real, el padre real que viene a cortar esa unión
entre madre e hijo, viene a hacer una separación real, es asi como el niño después de
pasar por estos tres tiempos, es expulsado del compejo de Edipo, lo sepulta, pero sigue
existiendo,; es asi como el Edipo crea el super yo atreves del yo; en grado caso de que no
haya super yo hay psicosis, porque en el tercer tiempo, en lugar de crear un super yo,
crea una alucinación, crea una ilusión. Porque de alguna manera existe una relación
ilusoria de completad entre la madre y el hijo, después viene el padre real a implementar
el super yo y rompe esa relación, es cuando llega la castración, la carencia, el deseo;
entonces el niño cuando se identifica con el padre se adjudica los atributos paternos y es
como logra una identificación con la figura paterna. Depende de esto pues la elección del
rol sexual; depende de la identificación del rol sexual; depende de la identificación y
adjudicación materna o paterna.

J.I. Guzman

“Ensayo sobre la represión (1915), pulsiones y destinos de pulsión (1915) y Más allá del principio de placer (1920)”


¿De qué manera se relacionan las pulsiones y destinos de pulsión, con la represión y Más allá del principio de placer?

Para comprender la relación que existe entre ambos temas o bien la forma de relacionarlos, es la pulsión, para Freud la terminología no siempre es precisa, para lo cual define a la pulsión desde una perspectiva fisiológica en la cual determina que el concepto del estímulo y el esquema del reflejo, de acuerdo con el cual un estímulo aportado al tejido vivo (a la sustancia nerviosa) desde afuera es descargado hacia afuera mediante una acción. Esta acción es «acorde al fin», por el hecho de que sustrae a la sustancia estimulada de la influencia del estímulo, la aleja del radio en que este opera. Pero bien la relación que existe entre el estimulo y la pulsión, bien como ya mencione el estimulo es algo fisiológico y para Freud la pulsión sería un estímulo para lo psíquico.
El estímulo pulsional no proviene del mundo exterior, sino del interior del propio organismo. Por eso se dice que también opera diversamente sobre el alma y que se requieren diferentes acciones para eliminarlo. Además: Todo lo esencial respecto del estímulo está dicho si suponemos que opera de un solo golpe; por tanto, se lo puede despachar mediante una única acción adecuada, cuyo tipo ha de discernirse en la huida motriz ante la fuente de estímulo. Desde luego que tales golpes pueden también repetirse y sumarse, pero esto en nada modifica la concepción del hecho ni las condiciones que presiden la supresión del estímulo. La pulsión en cambio, no actúa como una fuerza de choque momentánea, sino siempre como una fuerza constante. Puesto que no ataca desde afuera, sino desde el interior del cuerpo, una huida de nada puede valer contra ella. Por lo tanto deciden llamar «necesidad» al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la «satisfacción». Esta sólo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta (adecuada), de la fuente interior de estímulo. Desde el aspecto biológico, pasamos a la consideración de la vida anímica, la «pulsión» nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.
Para entender mejor la terminología freudiana, se emplearon palabras tales como: esfuerzo, meta, objeto, fuente de la pulsión.
Por esfuerzo de una pulsión se entiende su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que ella representa. La meta de una pulsión es en todos los casos la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la pulsión. Pero si bien es cierto que esta meta última permanece invariable para toda pulsión, los caminos que llevan a ella pueden ser diversos, de suerte que para una pulsión se presenten múltiples metas más próximas o intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras. La experiencia nos permite también hablar de pulsiones «de meta inhibida» en el caso de procesos a los que se permite avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional, pero después experimentan una inhibición o una desviación. El objeto de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo más variable en la pulsión; no está enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina sólo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. En el curso de los destinos vitales de la pulsión puede sufrir un número cualquiera de cambios de vía; a este desplazamiento de la pulsión le corresponden los más significativos papeles. Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción de varias pulsiones.
Por fuente de la pulsión se entiende aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión.
Si bien en tema “Más allá del principio de placer” se hace mención a lo que es la precedencia de una teoría filosófica o psicológica que pudiera indicarnos los significados de las sensaciones de placer y displacer, para lo cual se retoma el tema de la pulsión, pues según Freud, nos hemos resuelto a referir placer y displacer a la cantidad de excitación presente en la vida anímica y no ligada de ningún modo, de esta manera el displacer corresponde a un incremento de esa cantidad, y el placer a una reducción de ella. Por tanto un factor decisivo respecto de la sensación es, probablemente, la medida del incremento o reducción en un período de tiempo. Bajo el influjo de las pulsiones de autoconservación del yo, es relevado por el principio de realidad, que, sin resignar el propósito de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la satisfacción, renunciar a diversas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el largo rodeo hacia el placer. Ahora bien, el principio de placer sigue siendo todavía por largo tiempo el modo de trabajo de las pulsiones sexuales, difíciles de «educar»; y sucede una y otra vez que, sea desde estas últimas, sea en el interior del mismo yo, prevalece sobre el principio de realidad en detrimento del organismo en su conjunto. Se dice que casi toda la energía que llena al aparato psíquico proviene de las mociones pulsionales congénitas, pero no se las admite a todas en una misma fase del desarrollo. En el curso de este, acontece repetidamente que ciertas pulsiones o partes de pulsiones se muestran, por sus metas o sus requerimientos, inconciliables con las restantes que pueden conjugarse en la unidad abarcadora del yo. Para la cual hace su entrada la represión puesto que dice que dichas pulsiones son segregadas entonces de esa unidad por el proceso de la represión; se las retiene en estadios inferiores del desarrollo psíquico y se les corta, en un comienzo, la posibilidad de alcanzar la satisfacción. Y si luego consiguen (como tan fácilmente sucede en el caso de las pulsiones sexuales reprimidas) procurarse por ciertos rodeos una satisfacción directa o sustitutiva, este éxito, que normalmente habría sido una posibilidad de placer, es sentido por el yo como displacer. Los detalles del proceso por el cual la represión trasforma una posibilidad de placer en una fuente de displacer no son todavía bien inteligibles o no pueden exponerse con claridad, pero seguramente todo displacer neurótico es de esa índole, un placer que no puede ser sentido como tal o bien puede ser el destino de una moción pulsional chocar con resistencias que quieran hacerla inoperante. Si se tratase del efecto de un estímulo exterior, es evidente que la huida sería el medio apropiado. En el caso de la pulsión, de nada vale la huida, pues el yo no puede escapar de sí mismo. Más tarde, en algún momento, se encontrará en la desestimación por el juicio (juicio adverso) un buen recurso contra la moción pulsional. Una etapa previa al juicio adverso, una cosa intermedia entre la huida y el juicio adverso, es la represión, cuyo concepto no podía establecerse en el período anterior a los estudios psicoanalíticos. Puede ocurrir que un estímulo exterior sea interiorizado, por ejemplo si ataca o destruye a un órgano; entonces se engendra una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Tal estímulo cobra, así, notable semejanza con una pulsión. Según sabemos, sentimos este caso como dolor. Ahora bien, la meta de esta seudo-pulsión es sólo el cese de la alteración de órgano y del displacer que conlleva. Otro placer, un placer directo, no puede ganarse con la cesación del dolor. El dolor es también imperativo; puede ser vencido exclusivamente por la acción de una droga o la influencia de una distracción psíquica. Se dice que “La represión”, no es un mecanismo de defensa presente desde el origen; no puede engendrarse antes que se haya establecido una separación nítida entre actividad conciente y actividad inconciente del alma, y su esencia consiste en rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella. De esta manera se podría determinar que la represión no se desarrolla si no hasta que el sujeto percibe algún hecho o alguno de sus placeres como insanos o impuros para el alma, lo cual lo hace alejarse de ellos.

E. García